Manolo Hernández Douen
Todos esperaban el choque,
en el parque, por TV, hasta los que escuchaban por radio.
El corredor iba embalado, el receptor esperaba el tiro, rugía el soberano en las tribunas.
Sí pueden producirse
jugadas emocionantes en el plato sin encontronazos, pero éste no es siempre el
caso.
(Foto de un mural en el Salón de la Fama del Béisbol Japonés).
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Mike Scioscia recibió el disparo, Jack Clark lo embistió fieramente, pero cuando se disipó la polvareda, el umpire examinó al receptor, que desmayado y todo no soltaba la bola.
¡Out Clark en el plato!
No, no es una
bestialidad. No, no es un crimen. Así se jugaba la pelota, desde la propia cima
del apasionante mundo del diamante hasta las ligas preinfantiles.
Scioscia, el hoy
dirigente de los Angelinos de Anaheim, fue uno de los que se hicieron famosos
por su valentía al bloquear efectivamente el plato cuando era el receptor
estelar de los Dodgers de Los Angeles.
El home, el plato, el
hogar, no es algo que nadie nunca ha estado dispuesto a regalar, ni el
corredor, ni el receptor. Catcher que no bloqueaba o atacante que no embistiera
corrían hasta el riesgo de ser regañados luego por sus propios compañeros de
equipo.
Valga esa
presentación porque precisamente ahora, en 2014, a casi dos siglos del
nacimiento de las Grandes Ligas, se va a producir un interesante experimento
relacionado precisamente al plato.
La idea es prohibir
lo que las Grandes Ligas consideran como “choques atroces”. Traducción: hay que
evitar que el plato se convierta en escenario de una masacre y a la vez sin quitarle
emoción a lo que suele ser uno de los lances más electrizantes de este deporte:
anotar una carrera en jugada cerrada.
Vamos a estar claros
en algo: los encontronazos en el plato no los va a evitar nadie al 100%. Son
parte de la propia esencia del béisbol.
El propio Joe Torre,
vice presidente ejecutivo de las Grandes Ligas que en sus tiempos de pelotero
fue un excelente receptor, considera que los choques en el plato son
“inevitables”.
Si viene el tiro al
mismo tiempo que el corredor, ninguno de los dos protagonistas va a dar su
brazo a torcer, especialmente si el desenlace del juego depende del ello.
Si el disparo viene
antes, pero justo por donde viene el corredor, tampoco se van a pedir excusas
sobre quién debe tener “derecho” a ese importante sector del terreno, donde no
hay ninguna luz de semáforo que advierta rojo, verde o amarillo.
De hecho, si el
corredor llega deslizándose a toda velocidad - ¿acaso se puede hacer de otra
manera?- también se van a dar casos de tremendos –y emocionantes- encontronazos.
Pero el intento es
evitar que esos choques sean a propósito y en eso tiene que estar totalmente de
acuerdo todo el mundo en el Béisbol de Lujo.
No es nada gracioso
que un receptor tenga que ver los toros desde la barrera por mucho tiempo debido a una conmoción
cerebral que pueda evitarse.
Una de las
principales causas de encontronazos tras los cuales el receptor queda tendido como un boxeador luego de recibir
un bestial derechazo de su oponente es precisamente culpa del propio careta, el
bloquearle el camino al corredor sin tener la pelota en su poder. Es por eso
que uno de los aspectos de la nueva regla prohibe esa posibilidad.
La otra causa
principal para los encontronazos es cuando el corredor se sale de su camino,
sin deslizarse, codo por delante, en busca de un receptor que ya tiene
asegurada la pelota. El umpire tendría la potestad de cantar automáticamente
out, en ese caso, al hombre que intente anotar de esa manera.
Con esas dos medidas
que tienen más sentido común que cualquier otra cosa se van a evitar muchos de
esos “choques atroces” en la base madre.
Por supuesto, le
llevará un tiempo, tanto a los receptores como a los corredores, acostumbrarse
a esta “rutina de trabajo” porque obviamente vienen preparándose desde niños a
jugar de la otra manera más tradicional. Un corredor que no esté debidamente
preparado física y mentalmente para ajustarse a la nueva regla pudiera
fácilmente lesionarse si no hace el ajuste al llegar al hogar.
Curiosamente, el fuerte movimiento de ideas que tuvo como desenlace la nueva regla se derivó de una jugada que fue conceptuada como “limpia”.
Sí, es verdad.
Aquella noche en la que se lesionó terriblemente en el plato el gran receptor
de los Gigantes de San Francisco, Buster Posey, todos y cada uno de sus propios
compañeros de juego estuvieron de acuerdo en que no hubo nada ilegal de parte
del corredor en el encontronazo.
De hecho, uno de los
compañeros de Posey, el otrora receptor Pablo Sandoval, conserva en su teléfono
el video de una jugada en la que se posicionó muy bien en el plato, pelota en
mano, a sabiendas de que lo que venía era una locomotora. El orgulllo de Puerto
Cabello, Venezuela, recuerda satisfecho que se lo llevaron como a tres metros
del plato del puro golpe, pero no aflojó la bola para nada. ¡Out el corredor!
Es necesario
puntualizar que los encontronazos en todas las bases, con excepción de la
primera, pertenecen al propio sabor de este deporte. ¿O es que acaso cree usted
que el corredor que va hacia la intermedia en busca de romper una doble matanza
lo hace con un ramo de flores para el fildeador?
No obstante, así como
está regulado como ilegal lo que le hizo Matt Holliday al intermedista
venezolano Marco Scutaro en la Serie de Campeonato de 2012, al pasarse de la
segunda base para llevárselo por delante, los cambios en el plato se hacen
precisamente para evitar que el béisbol se parezca demasiado al fútbol
americano, un deporte en el que el fuerte contacto físico es el pan nuestro de
cada día.
Bienvenida sea la
nueva regla, siempre y cuando reduzca a lo mínimo el peligro de las lesiones y
que a la vez se comprenda la importancia que tiene la electrizante jugada en el
plato para la vida misma del apasionante mundo del diamante.
Hasta pronto y, por
favor, nunca pierdan la esperanza.
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