Manolo Hernández
Douen
“No hay nada más difícil de explicar que la amistad, no se
aprende en la escuela.
“Pero si usted no ha aprendido el significado de la amistad,
no ha aprendido nada”.
Esa es una frase acuñada por el legendario Muhammad Alí, un
grande entre los grandes en la historia del deporte mundial.
“Fue un hombre que no conoció el egoísmo”, recuerda
Carlos
Alvarado (izq.) de su buen amigo
Ulpiano Cos Villa en foto tomada en 1984.
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No. Esta columna no es de boxeo, pero sí tiene algo que ver
con la amistad sana que entregaba sin mezquindades ni malicias una buena
persona del deporte llamada Ulpiano Cos Villa.
El otrora narrador de las Grandes Ligas no está físicamente
con nosotros desde hace un par de meses, pero su recuerdo permanecerá en
nuestros corazones para siempre.
Un humilde servidor de la noticia tuvo el privilegio de
conocer a Ulpiano a comienzos de la década de los años setenta al hacer uno de
sus viajes a la Florida para cubrir los
Entrenamientos de Primavera.
Allí estaba el bonachón perlantillano, con esa voz gruesa
típica del narrador latinoamericano, para recordar que conocía a Pedro
Padrón Panza, entonces propietario y gerente general de la franquicia venezolana Tiburones de La
Guaira o para comentar que admiraba cómo Víctor Davalillo aún bateaba tanto,
pese a los rigores del almanaque que rara vez perdonan a un beisbolista.
Posteriormente, Cos Villa sería el narrador de cabecera de
los entonces Angelinos de California, que no tenían previamente una transmisión
fija de cada juego en su patio.
Con el tiempo, tirios y troyanos se darían cuenta en el Sur
de California de que Cos Villa no
solamente era un buen narrador sino de paso un apasionado de la pelota.
“Durante muchos años siempre estaba presente en el Palco de
la Prensa de los Dodgers de Los Angeles, aunque no estuviera trabajando”,
recuerda Jaime Jarrín, voz por casi 60 años de la Tropa Blanquiazul e
integrante del Salón de la Fama de las Grandes Ligas. “Supo mantener con mucho
tino una relación especial: trabajar para los Angels y seguir de cerca a los
Dodgers, su equipo favorito”.
Como lo recuerda Jarrín, a Cos Villa le unía una gran amistad
con Preston Gómez, cubano que a su vez le abrió puertas a futuros dirigentes
latinoamericanos en el Béisbol de Lujo.
La amistad de Cos Villa nunca fue exclusiva para los
protagonistas de la pelota ni para sus colegas de la transmisión.
“Me impulsó y me abrió las puertas en las Grandes Ligas”,
asegura Carlos Alvarado, quien fuera pilar de las páginas deportivas de La
Opinión durante más de tres décadas. “Fue un hombre que no conoció el egoísmo.
Le aplicaba salsa y jocosidad a sus narraciones”.
Alvarado no puede estar más cerca de la realidad al
referirse a su buen amigo de esa manera. La verdad es que sus transmisiones
eran, aparte de reflejar lo que estaba ocurriendo en el diamante, un momento de
sano esparcimiento para sus oyentes.
Cuando venía a batear el legendario Reggie Jackson, le decía
“Guácara con Guácara”, por el número 44 que entonces lucía el gran jonronero.
Por no poder usar por radio otra palabra que se utiliza popularmente
en Venezuela en vez de niño, narraba “allá viene a lanzar Urbano Lugo, el
carambito de Falcón”.
Su paisano, Amaury Pi-González, que lleva más de 40 años
como narrador en las Grandes Ligas, lo conoció muy bien a niveles personal y
profesional.
“Trabajamos juntos en el Play-Off entre los Medias Rojas de
Boston y los Angels [en 1986] para CBS Hispanic Radio Network, la antigua
cadena de radio en Estados Unidos y América Latina”, rememora Pi-González, voz
en la actualidad de los propios aureolados por television simultáneamente de
serlo de los Atléticos de Oakland por radio. “Nos fue muy bien en esa serie
memorable.
“El impacto de Cos fue grande, en especial en el área de Los
Angeles, ya que fue la primera voz en español de los Angels en una región donde
solamente se escuchaba a los Dodgers”, afirma Pi-González.
Siempre con un chiste a flor de labios, Cos Villa poseía la
agradable habilidad para gastarle sanas bromas a peloteros, dirigentes y hasta
sus propios compañeros de transmisión, muchas veces en el aire.
En una ocasión el boricua Rubén Valentín, uno de varios
aliados que tuvo detrás del micrófono, rogaba por un partido corto en Anaheim porque
le esperaba otro compromiso como maestro de ceremonias en un baile de salsa en
Los Angeles, pero el destino le tenía preparada una "trampa" inesperada, como bien
lo recuerda Pi-González.
“Bueno, mi hermano, se te aguó la fiesta porque este juego
va para largo, ya pasamos al 16to episodio”, diría Cos Villa por radio en medio
de una fuerte carcajada.
Ni su familia se salvaba de las bromas del narrador
perlantillano, según lo trae a colación el nicaragüense Alvarado.
“El popular Virginio –un dominicano casado con la hija de
Cos Villa- ha sido el único ‘pelotero’ que le hizo swing a un viraje a la
primera base”, comentó una vez Cos Villa en medio de un comentario por radio
según lo explica Alvarado con nostalgia. “Dice que cerraba los ojos cuando
venía el lanzamiento”.
A lo mejor Ulpiano está ahorita narrando un juego de pelota al lado de
su gran amigo y colega Angel Torres, quien fuera su compañero de transmisiones
por televisión en gran parte de su trayectoria.
Que Dios tenga en su gloria al siempre bonachón y excelente
narrador.
Hasta pronto y, por favor, nunca pierdan la esperanza.
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